TEORÍA DE LA REFRACCIÓN:
EL MARTÍN PESCADOR Y LOS POETAS
Solo se llega a ser escritor cuando se empieza a tener una relación carnal con las palabras.
JOSÉ ÁNGEL VALENTE[1]
Baudelaire tiene un poema[2]
donde habla de un albatros abatido,
torturado por unos marineros
mientras repta en el suelo de su barco.
«Sufre penosamente arrastrando sus alas […]
Exiliado en el suelo, sufriendo el griterío,
sus alas de gigante le impiden caminar».
Baudelaire hace una analogía entre el ave y el poeta.
Pero la primera vez que leí lo del albatros,
surgió inmediatamente en mi cerebro
la imagen de otro pájaro: un martín pescador
que se lanza en picado sobre el agua
y en el instante mismo en que va a traspasar la superficie
el ave cierra los ojos: el poeta con los ojos cerrados
lanzándose al abismo de lo desconocido
en busca del sustento que se halla en las palabras.
El poeta a la caza, el poeta en su nube
pasa de un medio aéreo a otro borroso y turbio.
La idea es gaseosa, líquida la escritura.
Yo no sé si el albatros cierra en verdad los ojos
al entrar en el agua.
Pero sé que lo hace el martín pescador.
Y sé que con el tiempo —por culpa de los golpes
al entrar en el agua— muere ciego, igual que Borges.
Poco tiene que ver esta metáfora
con la que me propuso Baudelaire.
Cuando el poeta abre cualquier puerta
deja de estar en su mano
disponer lo que hay dentro de ese cuarto.
Aquí precisamente se encuentra la apertura
que ofrece lo poético. En esa transferencia
es donde la palabra pierde y gana.
Pierde en exactitud y gana en su poder evocativo,
crea una nueva idea que no estaba en ninguna
de las cosas que nombra
—como sabían muy bien los simbolistas—.
Ahí es donde habita su misterio,
es ahí donde el poeta abdica
de la docilidad de su discurso
y lo deja en la mente de aquel que lo recibe.
Pudiera parecer que en el ejemplo del martín pescador
no existe nada que abunde en lo poético.
El ave cierra los ojos
al lanzarse a por el pez que ha descubierto
desde la rama de un árbol.
Con los años el ave queda ciega
de tanto golpearse contra el agua.
Muere por desnutrición.
Al decir de Valente, el poeta —lo mismo que el Martín—
tiene una relación carnal con las palabras.
Esta ave poética se enfrenta a dos fenómenos adversos
que afectan a la luz y a la visión: la reflexión, que actúa
lo mismo que un espejo sobre la superficie
y pone cielo donde solo hay agua,
y también la refracción, que hace que bajo el agua
la imagen cambie de sitio, se desvía.
El martín pescador se lanza al agua en picado
para apresar a ese pez que está viendo en un lugar
en el que en verdad no está.
Y, sin embargo, lo encuentra.
La idea es gaseosa y es volátil,
líquida es la escritura.
Hay que aprender de este pájaro.
[1] «Cómo se pinta un dragón». Material memoria. Trece años de poesía 1979-1992. Alianza Editorial. 1995.
[2] Charles Baudelaire, «El albatros». Es un desgarrador poema que cuenta cómo los marineros abaten y torturan sobre la cubierta a estas maravillosas aves para divertirse. Baudelaire propone la metáfora del albatros/poeta que con sus enormes alas/lenguaje se arrastra sobre el suelo mientras la tripulación/hombres vulgares se burla y los desprecia.
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Nota biográfica
ALEJANDRO CÉSPEDES (Gijón, 12 de
diciembre, 1958), Licenciado por la Facultad de Filosofía y Ciencias de la
Educación de la Universidad de Oviedo. Residió en Madrid durante más de 30 años
y desde 2017 lo hace en Oviedo. Realizó crítica de poesía en el suplemento
cultural del diario El Mundo; fue
miembro fundador y del consejo editorial de la revista Número de Víctimas y responsable del área de poesía de la revista La Cultura de Madrid. Desde 2009 a 2011
codirigió el programa de poesía Definición
de savia en la Radio del Círculo de Bellas Artes de Madrid; en la Cadena
SER fue responsable de la sección de literatura y teatro del programa Café con hielo. Ha sido traducido al
inglés, al italiano y al portugués. Es editor de la obra poética completa de
Luis Sepulveda: Disparos al aire
(Visor. 2023); O
caçador descuidado (Oporto y Atenas, 2023;
Istruzioni per il viaggiatore (Milán.
2022).
PUBLICACIONES Y RECONOCIMIENTOS: Los infraleves (Liliputienses. 2023); Soy Lola Jericó, (Dip. Prov. de Huelva. 2022) XLII Premio Iberoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez; Cazadores de icebergs (Salto de Página, 2022); La infección de lo humano (2021) y El aliento del klai (2020), Premio de la Crítica de Asturias (ambos en Huerga y Fierro–Rayo Azul); Las caricias del fuego (2018); Voces en off (2016) y Topología de una página en blanco (2012. Los tres en Amargord); Flores en la cuneta (2009) XXV Premio Jaén de Poesía; Hay un ciego bailando en el andén (1998) y Las palomas mensajeras solo saben volver (1994) Premio Hiperión (los tres en Hiperión); Los círculos concéntricos (AEAE. 2008) Premio de la Crítica de Asturias y Premio Blas de Otero 2007; Sobre andamios de humo. Poesía reunida 1979-2007 (Vitruvio. 2008); James Dean, amor que me prohíbes (Pamiela. 1986) Premio Navarra de Literatura-Poesía, Premio Ángel González 1984 y Premio Universidad Popular de Gijón 1982; La noche y sus consejos (Genil. 1986) Premio Internacional de Poesía Villa de Lanjarón, Granada, 1985. Ha publicado también cuatro plaquettes.
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