FRACCIÓN 2
Cuando el niño tenía cinco años ayudó a construir su primer pozo:
«El trabajo del niño es muy poco,
pero quien lo desprecia es un loco», dijo su madre.
Le dieron una pala chiquitita y le hicieron partícipe
de la revelación: bajo la tierra sólida existe un río ciego
que quiere ver la luz como los cíclopes:
con un ojo redondo en mitad de la frente.
El niño aún no sabe cómo llega, ni de dónde, ni hacia qué lugar fluye.
Muchos años después descubriría que el hombre también lo ignora
y se engaña tratando de explicarse y designando cosas
que tal vez no debieran tener nombre.
Para un niño estas cosas tan simples son prodigios.
Ahora mira hacia atrás, ve su pasado indemne,
es una vida aún sin suceder, como un regalo
que no quisiera abrirse todavía.
Y entonces se da cuenta:
todo aquello que amamos tiene nombre
antes de tener futuro.
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NOTA BIOGRÁFICA
La extensa y premiada obra de Alejandro Céspedes suponen una referencia imprescindible en la poesía española de los últimos años.
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