CARICA PAPAYA
Hoy ha muerto el
papayo de mi casa
por exceso de agua
caída en la esquina en que él crecía,
se ha podrido
confirmo
cuando salgo a
jugar con el perro que nos adoptó
trepo a la pared
vecina para rescatar
los últimos frutos
maduros
que más tarde mi
hermana
– en otro capítulo de ocurrencias
familiares
usará como perfume
de auto
y que ahora penden
del ápice del tronco
allí
en su cima
las hojas
aglomeradas y alternas
parecen no darse
por enteradas
de su expiración
mientras desde la
base
el olor a podrido
emerge e inunda el espacio
se propaga por los
alrededores
calcinando
si fuera posible
la vida que en
torno sigue luchando
se lo cuento por
teléfono:
se
ha
podrido
el
papayo
por
exceso
de
agua
y agua se le hace
la boca
por decirme
que no todos los seres
necesitan tanto líquido
tantos cuidados
tanta atención
anoto mentalmente
que no todos los árboles,
por decir algo,
soportan
la hidratación excesiva
mis celos de madre
primeriza y solitaria.
Insiste en que
aprenda
esta lección de botánica:
tanta vigilancia y esmero
ha terminado por
aniquilar al papayo de casa
yo callo
y pienso
con la boca también
aguada
que
no era al papayo al
que yo regaba
sino al
jazmín
vecino delicado
y cómplice
a cuyo costado me
siento
para aserruchar el tronco
del árbol extinto
y embolsarlo como
basura
sus
rubias raíces podridas cuelgan pesadas ofreciéndose a Wulf,
quien
mastica las hebras, aumentando la fetidez de su aliento animal
mientras,
glorificando la
vida,
en el espacio que carica papaya ha dejado
yacen ya
semillas y restos
vegetales de casa
compost o carnaval
medieval en el fondo del jardín:
alguien
debe morir para que otro nazca
totalidad
que precisaba desocuparse para volverse a llenar
filosofías
baratas
mientras sepulto el
papayo
y riego con
mensajes el hueco que ha dejado:
palabras movidas por el aire rancio de su descomposición
hechizo flotante
nacerán campos
enteros gracias al espacio vacío
del papayo y de
quien escuchaba
al otro lado de la
línea,
sólo la tierra
basta
y la vastedad de
las palabras.
***
NOTA BIOGRÁFICA
Ashle
Ozuljevic Subaique nace
en Chile.
Estudia Literatura en Santiago y Yoga en
Buenos Aires.
Ha publicado el libro de cuentos Vidas
robadas (2011), la novela expe-rimental Anteojos de sal (2013),
el ensayo El silencio final: Representación y gesto en Diario
de muerte, (2015) y el poemario Tres (2016).
Se encuentran en proceso editorial los
libros Cartografía (narrativa) y una reedición ampliada de Tres con
ilustraciones de la autora.
Obtuvo
la Beca de Creación literaria por el conjunto de relatos Las verdes ideas
incoloras duermen furiosamente (2015) y por la serie poética Botánica (2017).
Actualmente
transita Barcelona cultivando la técnica del kintsugi y el trasplante de
hiedras.
***
AGOTADO